Los libros no envejecen

En casa de chiquito se leía. Se leía mucho. De mi infancia tengo recuerdos de papá y del abuelo casi siempre leyendo. De ahí creo que me quedo esta costumbre.

En casa de chiquito se leía de todo. Mi viejo me enseñó a leer con el libro Upa antes de que ingresara a la escuela primaria. Estaba orgulloso el viejo me acuerdo, y ahora lo entiendo, creo que sentía que podía descansar ya en paz porque me había dejado su mejor herencia. El amor por la lectura.

En casa habían muchos libros, muchos venían de España (de Canarias), porque mi abuelo se vino a América, con mi abuela, mi papá y un título de médico escapando de Franco. Nunca tuve claro por qué mi abuelo fue médico. Mi papá me contó que quería ser ingeniero de caminos y puentes pero que no le podían costear esa carrera y optó por la medicina. De cualquier modo, esta tradición en casa pasó generaciones, de mi abuelo a mi padre y de mi padre a mí. Mi desafío en esta generación instantánea condensada en 140 caracteres es sembrar lo mismo en los míos.

En casa de chiquito se leía mucho, yo creo que porque mi viejo, que nunca entendió como la gente podía distraerse y fanatizarse con el fútbol, encontraba en la lectura las mejores de las aventuras y los mejores viajes que nunca pudo realizar. La cosa es que el viejo no hizo más que contagiarme eso. Yo tampoco entiendo de fútbol, tuve la suerte de viajar, pero me vacunó con esta necesidad de parar en las vidrieras de las librerías, de disfrutar de una bella biblioteca.

En casa habían muchos libros, estaban los que vinieron de España y estaban los que por 30 años juntaron mi abuelo y mi papá. Cuando yo tenía 5 y ya había aprendido a leer, no pasó mucho tiempo para que, de alguna forma que solo el viejo sabía hacer, me despertara la curiosidad por las historias de Salgari, Julio Verne o los cuentos de Horacio Quiroga. Más tarde me presentó a Miguel Cané con su delicioso Juvenilla y a José Ingenieros con su fantástico Hombre Mediocre. Por aquella época uno no necesitaba de CSI, Sir Arthur Conan Doyle se ocupaba del misterio en forma elegante con su increíble Sherlock Holmes.

Y así el viejo me fue mostrando el mundo. No me podía llevar a Disney, pero con él viajamos por todos lados. Viajábamos por las noches, en alguna tarde de sábado o los domingos por la mañana. Uno de los primeros viajes a los que me llevó me acuerdo que fue a Egipto y por años me hice adicto a la Egiptología, como hasta las 9 o los 10 me parece, me fascinaba el mundo antiguo.

También me acuerdo una vez que, entre tantos libros que habían en la biblioteca, descubrí uno del que hoy, 30 años después solo recuerdo su tapa: Un cohete despegando. Era un libro viejo. Y contaba de las oportunidades que el hombre tenía al conquistar el espacio. Supongo que era viejo porque el libro no daba indicios de la llegada a la luna, pero ahí descubrí los proyectos espaciales de los Estados Unidos y Rusia, entonces también me empezó a gustar la astronomía.

Años más tarde, me acuerdo, en la poca televisión que mirábamos con el viejo (porque habían solo dos canales de aire que transmitían de 12hs a 24hs) compartimos Cosmos, conducido por Carl Sagan. Creo que fue por esa época en que me empezó a interesar la ciencia, y si mal no recuerdo, habrá sido para mi cumpleaños número 10 u 11 en que mi papá me regaló el libro de Cosmos. Pasé días enteros leyéndolo y mirando las ilustraciones. Todo un viaje a los confines del espacio… a mis 11 años !.

Entre las cosas que también recuerdo, están la infinidad de revistas Selecciones del Reader’s Digest que daban vuelta por casa. El número más antiguo que recuerdo haber tenido en la mano era de 1950. El viejo compró Selecciones toda la vida. Aún desfilan por mi memoria los artículos de «Soy el corazón de Juan» o «Soy los ovarios de María» que leía a la siesta, porque a pesar de mi mala gana, mi vieja me quería hacer dormir la siesta en vacaciones, una costumbre muy común en el interior de mi país, siendo esta la excusa perfecta para unas buenas horas de lectura.

De mi abuelo, heredé un vicio que, para muchos lectores, es pecado capital. Yo aprendí a escribir notas en los espacios vacíos de las páginas de los libros como lo hacía él. Mi abuelo escribía todos los libros. Escribía sus notas y reflexiones, ponía sus notas al pie y sus opiniones encontradas con lo que el autor escribía. Leer las notas del abuelo era como leer un segundo libro a la vez. Me encantaba hacerlo recuerdo. Siempre intentaba imaginar donde estaba el abuelo cuando su pluma escribía esas notas. Algunas, sabía yo, porque las encontraba en su libro de anatomía de 1920 que tenían más de 50 años. Nunca las voy a olvidar.

Estas son algunas de las historias que te regalan los libros, los libros no envejecen, se enriquecen, se cargan de historias, se cargan de notas, se cargan de recuerdos, cambian de olor. Son como los vinos dicen. Con los años se hacen mejores. Sonará idealista, pero yo creo y espero que los libros nunca mueran, porque a diferencia de los hombres que nacemos para morir, los libros tienen el derecho de vivir por siempre llevando con ellos las historias que cargan.

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8 pensamientos en “Los libros no envejecen

  1. Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: En casa de chiquito se leía. Se leía mucho. De mi infancia tengo recuerdos de papá y del abuelo casi siempre leyendo. De ahí creo que me quedo esta costumbre. En casa de chiquito se leía de todo. Mi viejo me enseñó a leer con…..

  2. […] This post was mentioned on Twitter by martinmendez, Jorge Fontana. Jorge Fontana said: Los libros no envejecen @ https://martinmendez.com/2009/11/26/los-libros-no-envejecen (plenamente identificado) […]

  3. Jorge dice:

    Martín! me siento plena y gratamente identificado. Sin duda esta tradición se herada y se mama de chico. Hace unos días atrás mi hija de 11 años me llamó por telefono sorpresivamente para decirme que había terminado de leer un libro de cuentos y estaba alucinada con la historia y queria compartirla con todos. Creo que se trata un poquito de esto, de descubrir un tesoro y lejos de guardarlo, compartirlo con todos!

  4. Marcelo dice:

    Entre las cosas que también recuerdo, están la infinidad de revistas Selecciones del Reader’s Digest que daban vuelta por casa. El número más antiguo que recuerdo haber tenido en la mano era de 1950. El viejo compró Selecciones toda la vida. Aún desfilan por mi memoria los artículos de “Soy el corazón de Juan” o “Soy los ovarios de María” que leía a la siesta, porque a pesar de mi mala gana, mi vieja me quería hacer dormir la siesta en vacaciones, una costumbre muy común en el interior de mi país, siendo esta la excusa perfecta para unas buenas horas de lectura.

    Solo cambio «viejo» por «abuela», todo lo demas es tal cual me paso a mi tambien.

    Tincho, EXCELENTE me trajiste muchos recuerdos y pensamientos, gracias!

  5. Cynthia dice:

    Leo esta nota y sus comentarios y con mucha nostalgia pienso que hubiera sido hermoso tener una Familia con siestas, lecturas compartidas, enseñanzas y comentarios al costado de cada página. Casi que pude compartir por un ratito vuestras historias y hacerlas mías. Claro está que cada historia es distinta y eso de alguna manera nos forma para lo que sigue en el libro que cada uno escribe de su propia vida….

  6. Cynthia dice:

    Leo esta nota y sus comentarios y con mucha nostalgia pienso que hubiera sido hermoso tener una Familia con siestas, lecturas compartidas, enseñanzas y comentarios al costado de cada página. Casi que pude compartir por un ratito vuestras historias y hacerlas mías. Claro está que cada historia es distinta y eso de alguna manera nos forma para lo que sigue en el libro que cada uno escribe de su propia vida….
    De todas formas, gracias por compartir con todos estos hermosos recuerdos!

  7. Mariano dice:

    Primo: realmente me llegó muchísimo tu post. Comparto plenamente lo que escribís porque pude comprobar en persona que tanto tu viejo como el abuelo eran así… Y no me extraña que vos hayas heredado lo mismo. Lo bueno es, (creo… y a las pruebas me remito, como ser este post y tantos otros que has escrito y he podido leer…) que «has mejorado la especie» puesto que a la pasión por la lectura le has adicionado una forma «impecable» para reflejar cosas escribiendo…No sé si desde el punto de vista «técnico» (que a mi me parece muy bueno…) pero seguro desde el punto de vista…¿llamémosle «humano»?. ¿Qué quiero decir? Qué sos muy claro, creo que tus notas tienen «llegada, claridad y sentimiento», al menos en mi caso.
    No dejes de compartir todo esto. Realmente tenés un muy buen blog. Te felicito y no dejes de luchar por conseguir que tus hijos reciban la misma herencia que vos y yo tuvimos la gracia de recibir.
    Un abrazo.

  8. MartinS dice:

    Los libros no envejecen? o los libros nos trascienden? El día de mañana nuestros nietos leeran nuestros blogs?
    Muy lindo post un abrazo  

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