Sin ser un experto en el tema, hay una rama de las matemáticas que me parecen de las más divertidas y que, en la medida de mi limitada comprensión me gusta tratar de leer por la inmensa capacidad de aplicación práctica que tiene en diferentes ámbitos de la vida: economía, ciencia, política, estrategia, negocios y hasta religión que en definitiva es a donde voy a llegar con este post.
A lo que me refiero es a la «Teoría de los Juegos «.
La película «A beautiful Mind» (o Una mente brillante como se tradujo por aquí), cuenta la historia de un matemático (aunque todos después de ver la película piensan que es economista) llamado John Nash. Nash aplicó teoría de los juegos para resolver problemas económicos y por ello recibió un Nobel de Economía (además sabrán que no existe un Nobel de matemáticas, así que menos mal que al pobre Nash se le ocurrió aplicarlo en algo que al menos tenía premio).
Uno de los padres de la Teoría de los Juegos fue John von Neumann
Su primera contribución significativa fue el teorema minimax de 1928. Este teorema establece que en ciertos juegos llamados de suma cero donde cada jugador conoce de antemano la estrategia de su oponente y sus consecuencias, existe una estrategia que permite a ambos jugadores minimizar su máxima pérdida (de ahí el nombre minimax). En particular, cuando se examina cada estrategia posible, un jugador debe considerar todas las respuestas posibles del jugador adversario y la pérdida máxima que puede acarrear. El jugador juega, entonces, con la estrategia que resulta en la minimización de su máxima pérdida. Tal estrategia es llamada óptima para ambos jugadores sólo en caso de que sus minimaxes sean iguales (en valor absoluto) y contrarios (en signo). Si el valor común es cero el juego se convierte en un sin sentido.
Lo interesante con esta teoría, es que básicamente sirve para tomar decisiones (bajo ciertas condiciones) y a raíz de juegos como el dilema del prisionero, en los que el egoísmo generalizado perjudica a los jugadores se pueden definir estrategias o predecir comportamientos.
Las apuestas «Infinito ó nada» son reflexiones pioneras en la teoría de juegos que conciernen a algo metafísico: la existencia de Dios. Pascal intentó convencerse de ella utilizando la probabilidad matemática.